Llegué a la estación Barcelona Sants, la verdad muy cansado. Ya era de noche, lo que para la época en la que inicia el otoño significaba que eran mas o menos las 11:00 p.m. Pero todavía no llegaba a mi destino. Mi siguiente reto era llegar a la casa donde me hospedaría y para eso era necesario descifrar el metro de Barcelona. Los sistemas de transporte cambian mucho de lugar a lugar. Algunos piden presentar boleto entrando y saliendo (como en Madrid), otros piden sólo entrando, otros tienen colores, letras, nombres y una cantidad de información que es necesaria memorizar (o por lo menos entender). Pues ahora el reto, era que el «Counter » me vendiera una entrada pero solo lo hacían en idioma «catalán». Afortunadamente el catalán tiene una similitud con el español, y cuando lo escuchas, puede sonar parecido al portugués-español. Pagué mi tiquéte y entré al torniquete, pero no tenía ni idea de como se debía presentar el boleto en la máquina. Algunas máquinas permiten solo tocar, otras ingresarlo (otra de las cosas que nadie nos dice) y mi torpeza (que en mi tierra, llamarían «montañerada») hizo que no fuera válido mi tiquéte y lo perdiera. Afortunadamente, había un funcionario del metro quién vio lo sucedido, identificó lo perdido que andaba y me ayudó con el ingreso. El metro de Barcelona es sub-terraneo y se siente que es un sistema de transporte bastante antiguo. Sus vagones son pequeños pero eficientes, y por la hora no habían muchos que me acompañaran ahí. El sitio en el que me hospedaría era cerca a uno de los monumentos más icónicos de la ciudad, la Sagrada Familia, que tiene una estación de metro justo debajo, la cual cuenta con salidas en sus dos costados. Cuándo salí de la estación me emocioné: se revelaba ante mi la belleza de este lugar y por primera vez llegaba a uno de los sitios que había visto en Internet, sin embargo la hora apremiaba y debía descansar.
Me encontré con Pablo, quién me hospedaría. Él es colombiano y vive con otras dos colombianas. Nos encontramos y nos comimos algo a un costado de la basílica. Es una zona turística y tiene una buena oferta gastronómica, y al son de una hamburguesa, me explicó las particularidades de la ciudad. Siempre es útil que alguien, qué alguna vez fue turista en esa ciudad y además que comparta tu cultura, te haga una introducción para no seguir cometiendo torpezas. Luego nos dirigimos a su casa, dónde me brindó un espació muy cómodo para dormir. El viaje había sido largo y ya era hora de un descanso.
A la mañana siguiente, después de organizarme, tomé mi material de «guerra». Soy terco en andar siempre con mi cámara, un par de lentes, mi celular, mi agenda y algunos otros artilugios electrónicos. Pablo me explicó que, en comparación con Colombia, En Barcelona no se madruga tanto. Como el verano alarga tanto al día, salir a las 9:00 de la mañana era buena hora para encontrar sitios abiertos, y disfrutar de la ciudad. Mi primer destino, obviamente era la Basílica de Sagrada Familia. Estaba de camino al metro y era parada obligada.
Les voy a contar algo de mi visión de viajar ¿alguna vez montaron bicicleta de montaña? cuando uno sale en plan de recorrer montañas, se prepara, se traza una ruta en torno a un destino. Luego, se inicia el pedaleo, pero desde el primer momento uno debe regular sus fuerzas, sus pedalazos para poder recorrer todo el camino. La bicicleta de montaña de aficionados, no es una carrera, es un paseo. La filosofía de los ciclistas, por lo general, no es llegar primero, es hacer la ruta, disfrutar del paisaje, meditar y hacer ejercicio. Al momento de viajar me pasa un poco lo mismo: llego a un sitio, pero mi objetivo no es conocer el monumento A o B, es disfrutar del camino, de la ciudad, de los olores, de la personas, llegar al sitio es solo un checklist que le da, de alguna manera norte a mi viaje, más no es el fin en sí mismo.
Quería que mi viaje fuera así, no me interesaba entrar a mil monumentos, hacer fila de turista y perder el tiempo buscando entrar algún lado. Yo solo quería disfrutar la mayor cantidad de situaciones que pudiera en el corto tiempo en el que iba a estar. Al llegar al monumento, en un costado del parque noté la fila. Era absurda, y de inmediato se me quitaron las ganas de entrar. «No es lo mio», pensé. Me quedé en la plaza, tomando algunas fotos, y disfrutando de la vista. Era la primera vez en mi vida que escuchaba hablar, al mismo tiempo, tantas lenguas: ruso, turco, francés, alemán, inglés, entre muchas otras, era loquísimo. Además suelo disfrutar al comparar la genética de la gente, las diferentes bellezas de las mujeres y los diferentes hábitos de las personas al viajar.
Era hora del desayuno, y cerca existen cafés muy ricos en los cuales puedes desayunar. Algo que noté es que existían muchos trabajadores de restaurantes y cafés con acento argentino. Me senté en un café, comí algo (muy rico) e inicié mi viaje hacia el centro de la ciudad (o lo que creía, era el centro).
Pensé en irme en metro, pero sentía que perdía la gracia de recorrer Barcelona, así que emprendí mi caminata observando, oliendo y viviendo que era caminar en esta ciudad. Llegué al Arco del Triunfo, que a su vez tiene una plaza lineal y es otro de los sitios más turísticos de la ciudad. Todos escuchamos de este tipo de monumentos, sin embargo, desconocemos el origen de la construcción. Normalmente, los Arcos del Triunufo se construían como homenaje militar a personalidades de la época, o victorias de guerras. El Arco del Trinufo de Barcelona es diferente, porque es construido como homenaje al progreso científico, artístico y económico. Es como una especie de homenaje a la prosperidad.
Hasta ahora, la arquitectura la había sentido antigua pero con un toque de modernidad. Sin embargo, una vez atravecé (y disfruté) de la plaza que tiene el Arco del Triunfo, me dirigí a un costado y comencé a notar que la arquitectura cambiaba, ahora, tenía un toque más antiguo, creo que lo llaman «medieval». Me asomé a uno de los pasajes y al fondo se asomaba un Centro cultural, que en su interior tiene excavaciones de la ciudad antigua. Barcelona tiene muchas historias que contar y este sitio el centro cultural es uno de los sitios para conocerlas:
Si caminas más, te encontrarás con la ciudad arquitectura antigua medieval, con edificios altos, colores tierra y muchos callejones, llenos de bares, tiendas de moda, cervecerías y comercio en general. Llegaba la hora de caminar y perderme en todos estos sitios, y comprar algún objeto que me ayudara a atesorar los recuerdos de mi viaje. Tomé una fotografía 360 a mano alzada con mi cámara con el fin de mostrarles como se siente visitar el Born (le das play y clic sostenido, mientras mueves el ratón):
Lo siguiente que hice fue perderme en cuanta tienda había, en cuanto café y tienda de recuerdos encontré. Ni contar la cantidad de cosas que conocí en estos negocios y mercados. La imaginación que había en cada tienda hacía sentirme en un territorio nuevo y nunca explorado. Amé este lugar. El Born, un barrio (o zona) típica de Barcelona, en la que la arquitectura de época, seguida de innumerables callejones me hacía querer conocer cada esquina y querer tomar mil fotos.
Otro sitio obligado para conocer Barcelona son Las Ramblas. Es una calle peatonal gigante, llena de arboles y negocios. Puedes caminarla para disfrutar del paisaje, y a su vez tomarte algo en alguna «terraza». Aquí hay algo diferente para nosotros los colombianos: las terrazas para los españoles son patios, o zonas en la calle, normalmente enfrente de sus negocios. El plan favorito es salir a cenar, tipo 5 de la tarde a una terraza y compartir con amigos, al son de unas «cañas» (cervezas»). Si vas a Barcelona tienes que vivir esta experiencia en alguna terraza de la zona.
Cerca a Las Ramblas, hay un mercado popular famoso de la zona, el Mercado de Las Ramblas, o «Mercat de la Boquería». Es un mercado «popular» donde se mezcla el arte y la comida. Digo arte por que lo que venden ahí es arte gastronómica. Cuando entré ¡me enloquecí! era la hora de probar cuanta cosa pudiera. Sabía que me encontraría con sabores que en la vida me hubiera imaginado y tenía que aprovechar este momento. Este mercado es un sitio turístico, hay que tener bastante paciencia para transitarlo pero, vale la pena explorarlo y gastarse algunos euros probando todo lo que allí venden,
Llegaba la hora de buscar otro medio de transporte. Una maletín lleno de cosas no es el mejor acompañante para caminatas largas. Mientras que descansaba un poco, comencé a notar unas moticos de color verte menta un poco particulares. Eran lambretas de época pero no lograba entender por que habían tantas. Descubrí que son un tipo de micro-movilidad que funciona muy bien en España, y en general de Europa. En Barcelona estaban estas que me parecieron un «hit». Te das de alta en una aplicación, donde pones tus datos, tu tarjeta de crédito, tu carnet de conducción de moto (obviamente) y ellos te aprueban para usarlas. Una vez estás de alta, desbloqueas la moto mediante un código QR, esta libera el seguro de la bodeguita donde hay dos cascos y una cantidad de protectores desechables para la cabeza. Te pones alguno, y puedes transitar por Barcelona sin problema. Cada moto cuenta con un nombre, normalmente masculino y era por eso que tenía que montarme en una que asumo que era Colombiana, pues se llamada «El Brayan» me llevó por toda la ciudad y ahí terminé de entender esta aplicación, Cuando terminas de usarla, la dejas en una zona autorizada, le tomas una foto y cierras el viaje. No es el medio de transporte más económico, pero puedo asegurar que si es el más divertido. Además me parecieron una de las mejores opciones de micro-movilidad que he probado al momento. Son motos eléctricas que no andan a más de 60 km/h y todas están en muy buen estado. Con lo que más aluciné es que la gente las cuida mucho, los cascos no se los roban. Cuando me usé la primera vez uno de estos,, tenía miedo de que oliera a «loco» (expresión colombiana), sin embargo los usuarios los cuidan mucho y mantienen en un estado de aseo, superior a muchos cascos de amigos míos que tienen moto (perdón por hacerlos quedar mal, pero es la realidad). Dejo el enlace a la aplicación (Yego), que a pesar que no me pagan nada por hacerlo, me parece un gran avance que este tipo de iniciativas pueblen el mundo.
Bueno, ¿y la playa? ¿Barcelona no es una ciudad costera?. No soy muy amante del plan tirarme en una playa a que el sol me tueste. Así que no es de algo de lo que escribiría mucho, ni tampoco tomé muchas fotos al respecto. Barcelona tiene una playa turística dónde puedes ir a bañarte y broncearte. Igual, debo decir,, la bahía de Barcelona es otro de los sitios que vale la pena conocer. Allí parten cruceros, (supongo) ya que vi un par. También hay una zona de barcos privados pequeños y está el, hasta ahora, único centro comercial (como lo conocemos en Colombia) que había visto. Vale la pena llegar a tomarse una cerveza y disfrutar del paisaje y sobre todo, de la tranquilidad.
Una experiencia de estas no estaría completa si al final de tu estadía, no aprendes nada, así sea algo banal, en mi caso identifiqué que los ojos de un turista son particularmente diferentes a los ojos de cualquier tipo de ciudadano. Cuándo uno es turista está en un estado, muy parecido al de «estar perdido» pero con una extraña sensación de seguridad. Andamos sin una dirección particular, o por lo menos sin la certeza de tener una dirección. Los sentidos están despiertos, la cabeza procesa con cautela cada información obtenida, la vista se vuelve aguda y crítica, comparamos nuestra realidad cotidiana con lo que vemos, los olores aportan información que antes no teníamos en cuenta a la hora de entender algo. Nos sentimos despiertos de una forma tal que nos hace felices. Esta sensación es adictiva, por eso nos encanta viajar, caminando sin dirección aparente y disfrutando de cada cosa que pasa.